miércoles, 22 de mayo de 2013

Mapas, planificación y política [Primera parte]

El pasado domingo 12 de mayo, se publicó en el diario Clarín una entrevista al geógrafo argentino Carlos Reboratti. La entrevista publicada (aquí, la entrevista) nos permite abordar diferentes aristas de análisis que surgen de las respuestas del geógrafo.




Lo que a continuación sigue es la primera parte de un próximo dossier “re-pensando desde pensadores” sobre Carlos Reboratti.




 .


El mapa no es el territorio. Del límite natural al delimitado por el hombre


“Uno conoce la ciudad por analogía: vivimos en Buenos Aires durante 40 o 50 años y sin embargo, si nos proponemos dibujar un mapa mental de cómo es nuestra Ciudad y qué camino tomar para ir a un sitio, seguramente no sabremos hacerlo -ahora tenemos el GPS que nos resuelve el problema-, pero no sabemos hacerlo porque vivimos en una escala pequeña. Y tendemos a fragmentar nuestro espacio.
¿Cómo relaciona esto, entonces, con las inundaciones?
Es simple. La primera evidencia de lo ocurrido fue que llovió mucho y se inundó la Ciudad de Buenos Aires: aparecieron los barrios más afectados, luego el foco de atención se desplazó a la provincia y terminó centrado en el desastre en La Plata. Si tomábamos en ese momento una imagen satelital veíamos al Gran Buenos Aires y la Ciudad como una unidad absolutamente indiferenciada. Tenemos en nuestro país 23 o 24 unidades políticas que son diferentes, a las cuales les damos cierta capacidad de administrar la naturaleza en un espacio que no conoce de tales divisiones. Ahí tenemos el problema del choque de escalas, en que los mapas no necesariamente coinciden con las realidades territoriales, y eso se ve especialmente en materia ambiental. Nosotros estamos viviendo una inundación del Paraná que comienza en Brasil y sufrimos en el Delta. Pero el municipio de Tigre, ¿qué puede hacer?”


El humano vive a una escala pequeña, en comparación a la de los fenómenos naturales. Su vida se limita -por lo general- a trayectos cortos y mapas mentales de su ciudad. Los estados nacionales tienen límites construidos a través de la historia que a veces se sustentan en los límites naturales (montañas, ríos). Sin embargo, un río -por ejemplo, el Paraná que es  mencionado por Reboratti en la entrevista- no respeta los límites de los mapas, los límites de los estados-nación.


“El mapa no es el territorio” es una frase emblemática de las nuevas cartografías que buscan cuestionar el velo de neutralidad que ha cubierto (y cubre) los diversos intereses que hay detrás de cada límite cartográfico. Los mapas, en verdad, son como dibujos en la arena, que van transformándose con el tiempo, definidos por las manos por las que son trazados.


Un mapa es un objeto político porque da forma y refleja a su vez la realidad misma que se supone representa de manera transparente. Un mapa es una herramienta política que intenta mostrar la realidad “tal cual es” (lo que se considera en un momento determinado como “lo real”). Sin embargo, el mapa deviene de quien lo traza y refleja sus intereses.


Los mapas son testimonios tejidos a punta de signos y símbolos que, en conjunto, constituyen una visión del mundo específica, es decir, una política geográfica, una geo-política. Sí, es verdad que los mapas registran información, pero esta información es siempre selectiva, reducida, a escala y color, construida a punta de conveniencias, una construcción intencional.  El mapa remite a intereses (políticos, económicos, sociales y culturales). Sus límites y diagramaciones hablan de las vueltas de la historia, los enfrentamientos, discusiones y alianzas, guerras, negociados.


Los mapas son un constructo que no respeta la totalidad natural del territorio. Todo lo contrario, lo fragmenta y circunscribe a límites sociales que lejos están de coincidir con la naturaleza. En palabras de Reboratti:


“Tenemos en nuestro país 23 o 24 unidades políticas que son diferentes, a las cuales les damos cierta capacidad de administrar la naturaleza en un espacio que no conoce de tales divisiones. Ahí tenemos el problema del choque de escalas, en que los mapas no necesariamente coinciden con las realidades territoriales, y eso se ve especialmente en materia ambiental.”

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