miércoles, 25 de diciembre de 2013

Ponencia presentada para las X Jornadas de Sociología de la UBA [Agosto 2013]

 


Compartimos aquí la ponencia “Transformaciones en los espacios públicos. Victoria como un caso de estudio”.

La misma fue presentada en Agosto del 2013, en las X Jornadas de sociología de la UBA, "20 años de pensar y repensar la sociología. Nuevos desafíos académicos, científicos y políticos para el siglo XXI". La ponencia fue un paso adelante en la conceptualización de algunas dimensiones, sobre las que veníamos trabajando desde un registro más empírico.


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miércoles, 22 de mayo de 2013

Mapas, planificación y política [Primera parte]

El pasado domingo 12 de mayo, se publicó en el diario Clarín una entrevista al geógrafo argentino Carlos Reboratti. La entrevista publicada (aquí, la entrevista) nos permite abordar diferentes aristas de análisis que surgen de las respuestas del geógrafo.




Lo que a continuación sigue es la primera parte de un próximo dossier “re-pensando desde pensadores” sobre Carlos Reboratti.




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El mapa no es el territorio. Del límite natural al delimitado por el hombre


“Uno conoce la ciudad por analogía: vivimos en Buenos Aires durante 40 o 50 años y sin embargo, si nos proponemos dibujar un mapa mental de cómo es nuestra Ciudad y qué camino tomar para ir a un sitio, seguramente no sabremos hacerlo -ahora tenemos el GPS que nos resuelve el problema-, pero no sabemos hacerlo porque vivimos en una escala pequeña. Y tendemos a fragmentar nuestro espacio.
¿Cómo relaciona esto, entonces, con las inundaciones?
Es simple. La primera evidencia de lo ocurrido fue que llovió mucho y se inundó la Ciudad de Buenos Aires: aparecieron los barrios más afectados, luego el foco de atención se desplazó a la provincia y terminó centrado en el desastre en La Plata. Si tomábamos en ese momento una imagen satelital veíamos al Gran Buenos Aires y la Ciudad como una unidad absolutamente indiferenciada. Tenemos en nuestro país 23 o 24 unidades políticas que son diferentes, a las cuales les damos cierta capacidad de administrar la naturaleza en un espacio que no conoce de tales divisiones. Ahí tenemos el problema del choque de escalas, en que los mapas no necesariamente coinciden con las realidades territoriales, y eso se ve especialmente en materia ambiental. Nosotros estamos viviendo una inundación del Paraná que comienza en Brasil y sufrimos en el Delta. Pero el municipio de Tigre, ¿qué puede hacer?”


El humano vive a una escala pequeña, en comparación a la de los fenómenos naturales. Su vida se limita -por lo general- a trayectos cortos y mapas mentales de su ciudad. Los estados nacionales tienen límites construidos a través de la historia que a veces se sustentan en los límites naturales (montañas, ríos). Sin embargo, un río -por ejemplo, el Paraná que es  mencionado por Reboratti en la entrevista- no respeta los límites de los mapas, los límites de los estados-nación.


“El mapa no es el territorio” es una frase emblemática de las nuevas cartografías que buscan cuestionar el velo de neutralidad que ha cubierto (y cubre) los diversos intereses que hay detrás de cada límite cartográfico. Los mapas, en verdad, son como dibujos en la arena, que van transformándose con el tiempo, definidos por las manos por las que son trazados.


Un mapa es un objeto político porque da forma y refleja a su vez la realidad misma que se supone representa de manera transparente. Un mapa es una herramienta política que intenta mostrar la realidad “tal cual es” (lo que se considera en un momento determinado como “lo real”). Sin embargo, el mapa deviene de quien lo traza y refleja sus intereses.


Los mapas son testimonios tejidos a punta de signos y símbolos que, en conjunto, constituyen una visión del mundo específica, es decir, una política geográfica, una geo-política. Sí, es verdad que los mapas registran información, pero esta información es siempre selectiva, reducida, a escala y color, construida a punta de conveniencias, una construcción intencional.  El mapa remite a intereses (políticos, económicos, sociales y culturales). Sus límites y diagramaciones hablan de las vueltas de la historia, los enfrentamientos, discusiones y alianzas, guerras, negociados.


Los mapas son un constructo que no respeta la totalidad natural del territorio. Todo lo contrario, lo fragmenta y circunscribe a límites sociales que lejos están de coincidir con la naturaleza. En palabras de Reboratti:


“Tenemos en nuestro país 23 o 24 unidades políticas que son diferentes, a las cuales les damos cierta capacidad de administrar la naturaleza en un espacio que no conoce de tales divisiones. Ahí tenemos el problema del choque de escalas, en que los mapas no necesariamente coinciden con las realidades territoriales, y eso se ve especialmente en materia ambiental.”

miércoles, 15 de mayo de 2013

Pasaje Behring (o un ejemplo del cambio de uso del suelo en la Ciudad de Buenos Aires)


 El Pasaje Behring, situado en el barrio porteño de Parque Chas, es un ejemplo más del cambio de uso de suelo en la ciudad de Buenos Aires. 


El uso residencial del suelo se va transformando y la construcción en altura - el "boom inmobiliario"- por el aumento del valor del metro cuadrado en el barrio (la extensión del subte B tuvo bastante que ver en ello) destruye antiguas casas y entramados barriales, imponiendo en su lugar edificios nuevos que poco tienen que ver con la identidad del barrio de Parque Chas.

Un ensayo fotográfico, que a continuación aquí se presenta, da cuenta de esta transformación,

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Realizado en el marco del taller de ensayo fotográfico dictado por Tali Elbert, "BEHRING" hace recorrido que interroga a través de cada foto sobre los cambios edilicios que se fueron dando en los últimos años en Parque Chas. BEHRING es un pasaje, una casa, un nombre, un lugar donde se conjuga la incertidumbre por el paso del tiempo.

Por Julieta Valente

Llegué a Behring en el límite entre Villa Ortúzar y Parque Chas, casi por error. Con el tiempo el enigmático pasaje me fue cautivando con su silencio.
Las veredas anchas, los árboles de color cambiante según la estación; el aroma de los tilos que en verano y con el viento cálido todavía viene desde la esquina de Torrent; las casas bajas y en su mayoría antiguas, su soledad.

En la actualidad, muchas de esas cosas están cambiando a un ritmo que parece devorar la identidad del barrio. La mañana que pasé por el viejo geriátrico  que estaba ubicado en el 2555 y me di cuenta que se había transformado en un enorme agujero, sentí el impulso de buscar la cámara y fotografiar sus medianeras; esas que cuentan los secretos del pasado, de lo que ya no está.
Los vecinos ven avanzar los edificios y se preguntan si conviene vender, asociarse, irse o resistir.
En medio de ese debate, yo comencé a interrogarme en qué barrio quiero vivir, y me di cuenta que posiblemente ninguna de mis hijas –hoy pequeñas- vaya a creerme cuando les diga dentro de 20 años, que Behring era un pasaje de escaso movimiento y casas “tipo chorizo”, en medio de un barrio que se fue construyendo de la mano de los inmigrantes que plasmaron cada puerta, ventana, moldura o frente; con lo que habían traído de su Europa natal.

lunes, 6 de mayo de 2013

Ponencia presentada para las VII Jornadas de Sociología de la UNLP [Diciembre 2012]


En el marco de las VII Jornadas de Sociología de la UNLP, “Argentina en el escenario latinoamericano actual: debates desde las ciencias sociales” creamos la ponencia que a continuación presentamos, resultado del trabajo de campo llevado a cabo durante la realización de nuestro último trabajo "Victoria, ciudad de fragmentos".

Link a la ponencia "Victoria. El avance de la lógica privativa sobre los espacios públicos".

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jueves, 18 de abril de 2013

Los invisibles arroyos porteños (y también sus lagunas)


Clarín - 17/03/13 - Ciudades - Tres dimensiones 

Los invisibles arroyos porteños

Por Miguel Jurado -  Editor Adjunto Arq

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Debajo de las calles de Buenos Aires, bajo los asfaltos, baldosas y edificios, corren silenciosos los arroyos porteños. El Maldonado y el Vega hoy son los más famosos. El Medrano, el White, el Ochoa-Elia, el Cildañez y otros esperan subterráneos el momento de demostrar que siguen vivos.

“Buenos Aires creció con una actitud de negación de la naturaleza, como si la ciudad fuera una cosa distinta que el campo”, me dice Antonio Elio Brailovsky, escritor y economista especializado en historia ambiental. Me explica que la decisión de entubar los arroyos es coherente con la idea de usarlos como cloacas

Se me ocurre que siempre imaginamos a la Ciudad plana como una mesa, sin relieves, y sin embargo tiene puntos altos y bajos, cuencas que desaguaban en los antiguos arroyos y bajos que siempre se inundaron. La topografía porteña se borró de nuestra memoria, así como también lo hicieron sus arroyos (hoy entubados) y sus zonas inundables. Antes, el valle de inundación del Riachuelo, por caso, tenía nombre y apellido: Los Bañados de Pereyra. Fueron secados a principios del siglo pasado y, el arroyo, entubado.

“El comportamiento de un arroyo entubado es peor que a cielo abierto, porque libre, el curso de agua no tiene obstáculos y entubado sí”, asegura Brailovsky, y agrega que al entubarse desaparece de la vista su zona de desborde natural. “Se hizo para esconder las zonas de riesgo y generar valorización inmobiliaria, aclara. 

El famoso arroyo Maldonado, entubado entre el 29 y el 33, fue uno de los límites porteños hasta 1887, cuando se anexaron como barrios los pueblos de Belgrano y Flores. Pero cuando se fundó Buenos Aires por segunda vez, el límite Sur era un pequeño arroyo, el Zanjón de Granados, también conocido como Tercero del Sur. El límite norte era el Zanjón de Matorras (o Tercero del Medio). El Manso corría por donde está la avenida Pueyrredón y fue el límite occidental de la ciudad por mucho tiempo. La geografía era cosa de todos los días.

Buenos Aires esconde muchos arroyos aún. En el Norte, el arroyo White corre bajo las calles Campos Salles y Rubén Darío, en Núñez, y desemboca en la Ciudad Universitaria. Este curso se llamó Cobos y de los Membrillos a principios del siglo XX. Además, cerca de allí corre el arroyo Medrano, bajo las avenidas Ruiz Huidobro y García del Río. En el Sur, el arroyo Ochoa-Elia cursa entubado bajo Nueva Pompeya hasta el Riachuelo. Y otros seis pequeños arroyos hacen lo mismo bajo la La Boca y Barracas.

A fines del siglo XIX, por detrás de la Estación Constitución nacía el arroyo Granados, bajaba por la calle Perú y continuaba por Bolívar, se unía a otros arroyos y terminaba en el Río de la Plata. El Matorras nacía en Independencia y Entre Ríos, formaba una laguna y bajaba por Talcahuano para terminar en otra laguna que se llamaba Zamudio y ocupaba lo que ahora es la Plaza Lavalle, para desembocar luego al Río bajo lo que hoy es el Microcentro. Otro arroyo con lagunas y bañados era el Manso, que nacía de dos lagunas ubicadas en el área de Venezuela y Saavedra, corría por 24 de Noviembre, Corrientes, cruzaba el barrio del Once y salía por Sánchez de Bustamante hasta Palermo.

“Ninguna obra soluciona el problema de las inundaciones definitivamente”, me dice Brailovsky y pienso que habría que aprender a convivir con ellos, cambiar códigos, crear zonas inundables sin viviendas, no hacer garajes subterráneos en áreas de riesgo y estar preparados para cuando la naturaleza reclame su lugar. “En Mar del Plata hay señalización en las zonas inundables, en Chile se educa para los terremotos –insiste Brailovsky–, aquí deberíamos tener estrategias para bajar los riesgos al mínimo”.

Ver nota original
http://www.clarin.com/ciudades/invisibles-arroyos-portenos_0_902909816.html